Todos sentimos miedo en nuestra vida. Gracias a él hemos llegado a sobrevivir como especie.
El miedo es una emoción con la que nacemos, pero que se puede ir modulando a través de la propia educación, el entorno, la cultura… Los griegos lo explicaban muy bien a través de la mitología: Venus, diosa del amor, mantuvo un romance con Marte, dios de la guerra. De él nacieron varios hijos, entre los cuales estaban Fobos (la fobia) y Deimos (el miedo) (Fuga y Timor para los romanos). Como vemos, el miedo (y la fobia, el temor y la huida) procede de la unión del amor y la guerra.
Esto quiere decir que:
“En la medida en que nosotros queramos o amemos algo temeremos perderlo.”
No es valiente quien no tiene miedo: Sin miedo no hay valentía. La valentía reside en saber vencerlo.
Existen varios maneras de conseguir que el miedo no nos paralice:
1. Aceptar que tenemos miedo. Sabemos que todos lo padecemos y no es un síntoma de debilidad reconocerlo.
2. Identificar cuál es nuestro miedo. A veces no es fácil reconocerlo. En ese caso lo mejor es centrarnos en la otra cara de la moneda: ¿cuál es nuestra motivación?: En función lo que nos motive, eso es lo que tendremos miedo a perder.
3. Mirar al miedo a la cara y hacerlo concreto. Nuestro peor enemigo siempre es nuestra propia cabeza. Nosotros somos capaces de imaginar cosas mucho peores que la realidad. Por tanto, lo mejor es que ante una amenaza pongamos sobre el papel las posibles consecuencias.
En definitiva, para superar los miedos lo mejor es centrarnos en nuestra motivación trascendente, aquella que nos empuja a seguir adelante a pesar de los riesgos.
Victor Frankl fue un psiquiatra judío que pasó la segunda guerra mundial en varios campos de exterminio, entre ellos Auswitz. Según él, no se salvaron de aquel infierno los más fuertes, ni los más cultos, ni los mejor preparados, sino aquellos que tenían una motivación más allá de su propia vida: "cuando salga escribiré un libro", "cuando salga veré a mis hijos", "cuando salga contaré esto al mundo".
Como decía Nelson Mandela:
“No es valiente quien no tiene miedo, sino quien sabe conquistarlo.”
En la noche que me envuelve,
negra como un pozo insondable,
doy gracias al dios que fuere,
por mi alma inconquistable.
En las garras de las circunstancias,
no he gemido ni llorado.
Ante las puñaladas del azar,
si bien he sangrado, jamás me he postrado.
Más allá de este lugar de ira y llantos
acecha la oscuridad con su horror.
No obstante la amenaza de los años,
me halla, y me hallará, sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
ni cuántos castigos lleve la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.
No huyas, no temas, no tengas miedo: Todo saldrá bien.
Poco más que añadir hoy. Sólo que…
…Te abrazo.