Introducción



Comunicación

 

El primer cable de telégrafos transatlántico se fabricó con 547.967 Kms. de alambre de cobre y hierro y fue diseñado para cubrir una distancia de 4629,95 Kms. por el fondo del océano.

Octava Maravilla del Mundo

Una vez colocado el cable se podían utilizar impulsos eléctricos y códigos de señales para enviar el mensaje que quisieras al otro lado del mundo.

"El primer telegrama oficial que pasó entre los dos continentes, fue una carta de felicitación de la Reina Victoria para el Presidente de los Estados Unidos James Buchanan el 16 de agosto. El mensaje de felicitación de la reina tomó dieciséis horas y media en cruzar el Atlántico..."

Los seres humanos estamos conectados por medio de impulsos para compartir nuestras ideas… …y el deseo de saber que nos han oído. Todo forma parte de nuestra necesidad de vivir en comunidad. Por eso enviamos constantemente señales y signos. Por eso los buscamos en otras personas: Siempre estamos esperando mensajes. Esperando alguna conexión. Y si no hemos recibido un mensaje no siempre significa que no nos lo hayan enviado. A veces significa que no hemos estado escuchando con la suficiente atención.

A pesar de toda nuestra tecnología en comunicaciones, ningún invento es tan eficaz como el sonido de la voz humana. Cuando oímos una voz humana, instintivamente queremos escucharla con la esperanza de entenderla. Incluso cuando el orador está buscando las palabras más adecuadas. Incluso cuando todo lo que oímos son gritos, lloros o cantos.

Eso es porque la voz humana resuena de un modo distinto de cualquiera otra cosa del mundo.

Por eso podemos oír la voz del cantante por encima del sonido de la orquesta. Siempre oímos al cantante. No importa lo que le rodee.

¿Quieres ayudar a alguien? Llámale: Que escuche tu voz.

¿Necesitas escuchar esa voz? Llámale también… y habla de cualquier cosa.

Es por eso quizá, que cuando no estás bien, necesitas explicárselo a alguien. Y cuántas veces tan sólo explicándolo ya nos encontramos mejor. Incluso está todo “medio” solucionado. ¡¡Y ese alguien no nos ha dicho prácticamente nada!!

¿Sabes que ocurrió? Que oíste tu voz. Esa que fue la primera que dejaste de escuchar. Y cuando vuelves a hacerlo, recuperas la conexión con el resto de voces del mundo y puedes volver a escuchar. Te sientes mejor porque vuelves a estar en la comunidad. Porque escuchas. Y escuchando, los demás también se encuentran mejor contigo.

Llama. Y escucha.

Te abrazo.

El árbol

 

Espero darte que pensar. Porque estoy seguro que, la solución, no te la voy a dar. Al menos por aquí. A lo mejor, la historia que te voy a contar, tal y como recuerdo que me la contaron, puede ser un buen preámbulo para que la encuentres.

Desde que hice la entrada El Problema hay quien, no sin cierta parte de razón, me ha dicho que sí, que eso está muy bien, pero ¿Qué ocurre cuando el problema lo tengo directamente yo?

Es cierto: No me gusta hablar de “el problema”. Incluso, si te fijas, esa palabra no está en la lista de etiquetas que tienes en la derecha. Ya tiene tela que después de casi tres años de blog, ningún post haya merecido esa etiqueta. ¡Incluso ni El Problema!

Y es cierto también que, cada uno de nosotros…

TENEMOS EL PROBLEMA MÁS GRANDE DEL MUNDO: EL NUESTRO

Y como que es nuestro, que cada palo aguante su vela. ¿Verdad? Pues seguramente sí. Aunque creo que, al final, por grave que sea eso que nos ocurre, –que te voy a contar a ti-,  se trata de enfocarse en la solución. No en el problema.

 

Recuerda que siempre puedes recurrir a:

Problemas-soluciones

Eso es para que te rías.

 

Ya sé: Es difícil. Quizá… de lo que se trata es de que no lo empeoremos nosotros mismos. Nosotros solos. Esta historia quizá te ayude…

Cierto día, un granjero se decidió a reparar un viejo cobertizo que tenía en una granja. Decidió contratar a un carpintero que se encargaría de todos los detalles de la restauración.

Al cabo de un tiempo fue a la granja para verificar como iban todos los trabajos. Llegó temprano y se dispuso a colaborar en las tareas que realizaba el carpintero.

Ese día parecía no ser el mejor para el carpintero. Su sierra eléctrica se había estropeado haciéndole perder dos horas de trabajo. Después de repararla, un corte de electricidad en el pueblo le hizo perder dos horas más de trabajo. Tratando de recuperar el tiempo, partió dos sierras de su cortadora. Ya finalizando la jornada, la cola de pegar que disponía no le alcanzaba para mezclar su fórmula secreta de acabado.

Después de un día tan irregular, ya disponiéndose ir a su casa, la camioneta se le negaba a arrancar. Por supuesto, el dueño de la granja se ofreció a llevarlo. Mientras recorrían los hermosos paisajes de la granja, él iba en silencio meditando. Parecía un poco molesto por los desaires que el día le había jugado. Iba con el ceño fruncido. Sus manos estaban llenas de señales fruto del trabajo. No sólo de ese día, sino que mostraban una gran capacidad para soportar duras pruebas de fortaleza. Esas manos mostraban hoy contrariedad. Las iba paseando lentamente por su boca. Después, se frotaba las rodillas en una señal inequívoca de impaciencia y ansiedad.

A lo largo de los treinta minutos de recorrido por los caminos de los campos fue relajándose posando su mirada en la belleza de esa primavera. Llegaron a la casa del carpintero y, por sorpresa, lo invitó para que conociera a su familia.

acariciar arbolMientras se dirigían a la puerta, el carpintero se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, de color verde intenso y por demás hermoso. Tocó varias ramas con sus manos, mientras admiraba sus preciosas hojas.

En ese instante, esas manos duras, rudas y callosas, preparadas para los grandes esfuerzos, transmitían una extraordinaria delicadeza con las ramas y las hojas.

Cuando abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba iluminada por una gran sonrisa y la alegría se musicaba en su voz con ese: “Hoolaa!!! Ya estoy en caaaasaa!!. Sus hijos se lanzaron sobre él, dando vueltas en la sala. Le dio un beso a su esposa y lo presentó. Le invitó a un refresco y a una suculenta merienda. Al acabar la visita, el carpintero acompañó al granjero hasta su coche.

Al salir, cuando pasaron nuevamente cerca del árbol, la curiosidad fue grande y el granjero le preguntó acerca de lo que le había visto hacer un rato antes. Le recordó su conducta con el árbol.

¡Ah!  Ese es mi árbol de los problemas, contestó.

Y le explicó: Sé que no puedo evitar tener dificultades en mi trabajo, percances y alteraciones en mi estado de ánimo. Pero una cosa es segura: Esos problemas no pertenecen ni a mi esposa y mucho menos a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el “árbol de los problemas” cada noche cuando llego a casa.

Al salir por la mañana los recojo nuevamente, porque tengo que solucionarlos. Lo divertido es, dijo sonriendo el carpintero, que cuando salgo por la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior.

El dueño de la granja volvió a su casa meditando sobre la estrategia del carpintero para ser más feliz y evitar contaminar el hogar con los problemas laborales. Ese paseo había valido la pena hoy.

Llegó a la granja y se dispuso a seleccionar su árbol de los problemas. Y desde entones cada vez que llega a su hogar ya sabes qué es lo primero que hace.

¿Y tú? ¿Que haces? ¿En que árbol cuelgas tus problemas? ¿En este?

arbol cabeza

 

Te abrazo.

arbol sonriendo

Sonrisa

Bailar bajo la lluvia

 

Con lo que está cayendo. Hoy, y desde hace bastantes días.

Pues hoy, otro clásico. Quizá lo conozcas. Otro de los que no podía faltar en este blog.

Una mañana agitada, a las 8:30,  un señor mayor de unos 80 años, llegó al hospital para que le retiraran los puntos de su pulgar.

El señor dijo que estaba apurado y que tenía una cita a las 9:00. El doctor le pidió que tomara asiento. Sabiendo que quizás pasaría más de una hora, lo vio mirando su reloj y decidió, examinar su herida.

Mientras lo curaba le preguntó si tenía una cita con otro médico esa mañana, ya que lo veía tan inquieto. El señor le dijo que no, que necesitaba ir al geriátrico para desayunar con su esposa.

El doctor le preguntó sobre la salud de ella: Él le respondió que ella hacía tiempo que estaba allí ya que padecía de Alzheimer. Le preguntó si ella se enfadaría si llegaba un poco tarde: Le respondió que hacía tiempo que ella no sabía quien era él, que hacía cinco años que ella no podía ya reconocerlo.

El doctor sorprendido entonces le pregunto: “Y usted sigue yendo cada mañana, aún cuando ella no sabe quien es usted?” El sonrió y le dijo: "Ella no sabe quien soy, pero yo aún se quien es ella y la amo"

Al doctor se le erizó la piel, y tuvo que contener las lágrimas mientras el señor se iba, y pensó, "Ese es el tipo de Amor que quiero en mi Vida".

“La nostalgia no es la mejor compañera, pero los buenos recuerdos, aquellos que se quedaron grabados en el transcurso de nuestra vida, sirven de alimento para el alma.
Piensa en los más felices y deja que, reviviéndolos, fluya una sonrisa de lo más profundo de tu corazón.
Es cierto que la vida sería imposible si todo se recordase, pero el secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse.”
Del libro "Impulsos del Corazón" de Jorge J. Soler.

alzheimerEl Amor Verdadero no es físico, ni romántico. El Amor Verdadero es la aceptación de todo lo que es, ha sido, será y no será en la vida . La gente más feliz no necesariamente tiene lo mejor de todo. La gente más feliz son los que hacen todo, lo mejor que pueden.

Yo espero que compartas este mensaje con alguien a quien quieras. Yo lo acabo de hacer.

La vida no se trata de sobrevivir a una tempestad, se trata de saber como ¡BAILAR BAJO LA LLUVIA!

 

Te abrazo.

Choi Sung-Bong


Hoy una entrada corta. Pero de una extraordinaria intensidad. Es la historia de Choi Sung-Bong.

Choi Sung-Bong

Una más de esas historias. Una más de esas que te demuestran que en ocasiones nos estancamos pensando en nuestros problemas personales y en algunos casos incluso, nos excusamos en ellos para no luchar por nuestras metas.

Simplemente disfruta del video. Emociónate. Y que esa emoción te lleve.

Te lleve a no olvidar nunca que tienes la capacidad de cambiar tu propia realidad. 

Siempre. 

Sea la que sea. Ahí va:



Te abrazo.