Introducción



Adiós Año Viejo. Feliz Año Nuevo.

 

Adiós Viejo. Feliz Nuevo.

Año viejo, no te despido con recelo o amargura. Quizá con cierta tristeza: Esa de las cosas que me hubiera gustado que hubieran sido de otra manera. Has sido un año duro, pero ¿acaso no todos lo sois? Puede que haya querido adelantar las manecillas del reloj unas cuantas semanas, las suficientes como para creer que habías desaparecido, que ya te había relevado con tu digno sucesor. No le muestres envidia, así yo no te guardaré rencor. Es el momento de abdicar, de que tomen tu relevo, de que pases a mi recuerdo.

Cuenta la historia y la tradición de los nativos indígenas del noroeste de América…

 

…mejor te lo cuenta Eduardo Galeano:

A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos.

Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición entre los indios del noroeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.

Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y los incorpora a su arcilla.

Ventanas sobre la Memoria –  Eduardo Galeano

 

…los pedazos de la mejor obra del maestro que se retira… …esos son los que incorpora a su arcilla el artista que se inicia.

Quédate con todo lo bueno que el pasado año te dejó. Que algo hay. Eso bueno te ha ocurrido, aunque se haya roto en mil pedazos. Sea lo que sea lo que lo rompió: el año, las decisiones, los errores, la lentitud, la precipitación…

 

cambio

 

Es hora de recoger los pedazos de lo mejor que nos ocurrió y, con esa arcilla, construir este año nuevo que empieza ya. Que empieza cada día. Porque cada día es el primer día de el resto de tu vida.

Aunque leas esto un 12 de marzo o un 21 de abril, después de un 11 de marzo o de un 20 de abril nefastos. Coge los pedazos. Y con esa arcilla vuelve a empezar a construir.

Te vas, viejo. Y automáticamente llegará otro. El nuevo.

A ti, nuevo, no hace falta invitarte: Vienes solo. Y aunque llegues ya maltrecho por los agoreros, bienvenido. Te prometo y me comprometo a que vas a ser el primero del resto de nuestras vidas. Con sus cosas. Las nuestras al fin y al cabo. Te prometo y me comprometo que, aunque vengas sin invitación, vas a encontrarte con otros que sí están invitados:  Te prometo y me comprometo invitar a nuestras calidades y nuestras mejores emociones. De mi parte invito un corazón abierto, un saber estar centrado y confiar en la vida. Confiar que me entrega, en el momento justo, justo lo que necesito. Estos invitados tiene la fiesta. A ver que eres capaz de traer tú. Sea lo que sea, así nos encontrarás.

Con mis mejores deseos, feliz año nuevo.

Feliz vida nueva.

Te abrazo.

The Show Must Go On


Hay dos cosas que no olvidaré mientras viva: La primera, como no puede ser de otra manera, a mi madre: Todo lo que me dijo y todo lo que me transmitió sin decirlo. La segunda, todas las muestras de cariño que a lo largo de estos días le habéis mostrado y las muestras de cariño que nos habéis mostrado a los que la llorábamos.

Carmen i jo 2001

Por lo tanto, dos regalos: Un es una historia. Una historia que nos hizo llegar a sus hijos hace unos años: Eso era lo que nos estuvo diciendo. El segundo, una canción: Eso fue lo que siempre nos intentó transmitir sin decirlo. Que el show, pase lo que pase, debe continuar.

en una excelente versión de una mujer: Celine Dion.

Y…

...ahí va la historia...
Un día mi madre me preguntó: "¿Cuál es la parte más importante del cuerpo?".  A través de los años trataría de buscar la respuesta correcta.
Cuando era más joven, pensé que el sonido era muy importante para nosotros, por eso dije: “Mis oídos, mamá”. Ella dijo: “no, muchas personas son sordas y se arreglan perfectamente. Pero sigue pensando, te preguntaré de nuevo.”
Varios años pasaron antes de que ella lo hiciera. Desde aquella primera vez, yo había creído encontrar la respuesta correcta. Y es así que le dije: ”Mamá, la vista es muy importante para todos, entonces deben ser nuestros ojos."
Ella me miró y me dijo: ”Estás aprendiendo rápidamente, pero la respuesta no es correcta porque hay muchas personas que son ciegas, y salen adelante aún sin sus ojos”. Continué pensando… ¿cuál era la solución?
A través de los años, mi madre me preguntó un par de veces más, y ante mis respuestas la suya era: “No, pero estás poniéndote más inteligente con los años, pronto acertarás”.
Hace algunos años mi abuelo murió. Todos estábamos dolidos. Lloramos. Incluso mi padre lloró. Recuerdo esto sobre todo porque fue la segunda vez que lo vi llorar. Mi madre me miraba cuando fue el momento de dar el adiós final al abuelo. Entonces me preguntó: "¿No sabes todavía cuál es la parte más importante del cuerpo, hijo?”. Me asusté cuando me preguntó justo en ese momento. Yo siempre había creído que ese era un juego entre ella y yo. Pero ella vio la confusión en mi cara y me dijo: ”Esta pregunta es muy importante. Para cada respuesta que me diste en el pasado te dije que estabas equivocado y te he dicho por qué. Pero hoy es el día en que necesitas saberlo”.
Ella me miraba como sólo una madre puede hacerlo. Vi sus ojos llenos de lágrimas, y la abracé. Fue entonces cuando apoyada en mí, me dijo: ”Hijo, la parte del cuerpo más importante es tu hombro”.
Le pregunté: “¿Es porque sostiene mi cabeza?” Y ella respondió: “No, es porque puede sostener la cabeza de un ser amado o de un amigo cuando llora. Todos necesitamos un hombro para llorar algún día en la vida, hijo mío. Yo sólo espero que tengas amor y amigos y así siempre tendrás un hombro donde llorar cuando lo necesites, como yo ahora necesito el tuyo.”
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Ahora, un extra. Porque, de momento, tristeza y duelo. Pero será hasta que nos encontremos al sabio chino y nos haga ver que…
Un viejo sabio chino caminaba por un campo de nieve cuando vio a una mujer llorando.
—¿Por qué lloras? —preguntó él.
—Porque me acuerdo del pasado, de mi juventud, de la belleza que veía en el espejo, de los hombres que amé. Dios fue cruel conmigo porque me dio memoria. Él sabía que yo recordaría la primavera de mi vida, y que lloraría.

El sabio contempló el campo de nieve, con la mirada fija en un punto. En un determinado momento, la mujer paró de llorar.
—¿Qué estás mirando? —preguntó.
—Un campo de rosas —dijo el sabio—. Dios fue generoso conmigo porque me dio memoria. Él sabía que, en el invierno, yo siempre podría recordar la primavera y sonreír.

Te abrazo.