Introducción



Ingenuidad. Conmigo o sin mí.

No entiendo otra manera de amar que siempre desear lo mejor. Conmigo o sin mí.

Todos tenemos un "ojalá" lleno de esperanza.

Ya ha pasado mucho tiempo. Y, de hecho, todo sigue igual. La gente puede ir a trabajar, puede ir a estudiar y, por el contrario, todo lo que vale la pena, pasearse a cara descubierta, dar abrazos o un cariñoso (sincero) apretón de manos, nos continúa prohibido. Se nos hace extraño incluso cuando lo vemos en la ficción de una película.

Hacer un café, quedar con los amigos, con la familia y caminar despreocupadamente, continúa vetado en un régimen de incertidumbre. De una condena en una especie de prisión preventiva e indefinida que no sabemos cuándo caducará.

No he tenido demasiadas interacciones reales, sin una pantallita, un dispositivo o una mascarilla en medio. Y, aunque soy de los que piensan que la sociabilidad está sobrevalorada, es difícil soportar la presión psicológica en nombre de un supuesto bien superior (aunque la vida siempre ha sido y es incierta).

Sacrificamos libertades personales, de movilidad y casi de pensamiento. Cada minuto que no pasamos con nuestros amigos y seres queridos, es un tiempo perdido que no volverá. Toda esta idea de mantener la economía activa, sacrificando paralelamente algunos sectores enteros sin ningún tipo de compensación, me da que pensar.

Y sí, evidentemente, la amenaza invisible sigue allí, y nos pilla rezando para que una lotería siniestra no toque cerca: La de la salud. Porque la otra ya hace tiempo que nos ha tocado: El gordo a muchos y la "pedrea" a todos. (De esta lotería, sí)


Cierto. Una de las cosas que más me deprime y me disuade de pasearme por las calles es el lamentable espectáculo de las persianas bajadas con anuncios de inmobiliarias que certifican la defunción de tiendas de toda la vida y de negocios que conocía. Ya hace algunos años, cuando la ley de arrendamientos urbanos hizo saltar por los aires los cortafuegos a la especulación, también hubo una epidemia de persianas bajadas, de negocios viables que no podían pagar unos alquileres prohibitivos.

No sé. Tengo la impresión de que la ausencia de ayudas reales a autónomos y pequeñas empresas, ERTE que no llegan, SEPES que no funcionan, gente que no llegan a fin de mes parece una planificada aniquilación hasta la extinción de aquellos grupos de clase media: Aquellos que solo pensaban en tirar sus familias adelante con iniciativa, empuje y trabajo. Aquellos que mientras lo hacían, además de a la familia, sacaron el país adelante.

Si me ha perdido algo, ha sido siempre la ingenuidad. Y no quiero creer que tal vez esta pandemia es la oportunidad deseada por un poder inclemente que no conoce el sentido de las palabras decencia ni moral. Pero es que ... Quiero tener un "ojalá" lleno de esperanza. ¿Ingenuidad? El niño que llevo dentro no entiende otra forma de amar que siempre desear lo mejor. Conmigo o sin mí.

Te abrazo