Me gustaba provocar así:
Si te quedasen tres meses de vida ¿Qué harías?
Si no lo sabes, quizá contestar a esto te sea más fácil:
¿Estarías haciendo lo mismo que estas haciendo ahora?
Corría el año 91 cuando di el primer curso. “Como aprovechar el tiempo en la gestión directiva” se llamaba. Y había un momento en él, que con estas preguntas, se generaba uno de los debates.
Recuerdo que cuando estaba a punto de finalizar ese primer curso, me pregunté a mi mismo: ¿Les habrá gustado? ¿Les habrá servido? ¿Les será útil todo lo que de aquí se llevan? Y otra cosa: ¿Tendré la oportunidad de volverlo a dar este curso?
Empezó siendo un curso de doce horas que rápidamente pasó a ser de ocho para poderlo “exportar”: Poderlo dar en una jornada en cualquier parte. Cuando llevaba más de 1000 horas impartidas, dejé de contarlas y me dispuse a montar un “formación para formadores” para quien lo quisiera dar. Y lo regalé.
Veinticinco (25) años después, y a lo largo de todos estos dieciséis (16) que lo hago profesionalmente, sigo haciéndome las mismas preguntas: ¿Les habrá gustado? ¿Les habrá servido? ¿Les será útil todo lo que de aquí se llevan? Y otra cosa: ¿Tendré la oportunidad de volverlo a dar este curso? De un tiempo a esta parte, unos tres o cuatro años, en las despedidas de los cursos, un pensamiento recurrente acude a mi cabeza mientras concluyo: ¿Será éste el último?
Mientras llega (porque algún día lo será) me pregunto y te pregunto:
¿Qué legado que quieres dejar?
Imagínate por un momento: Tienes 90 años. Un buen estado de salud y una mente aún aguda y despejada. Es un momento vacacional en el que compartes tiempo con algunos familiares. Niños, nietos, bisnietos… …están por todas partes. Tú, observas toda esta actividad en torno a ti sonriendo por dentro: El fruto de tu vida está ahí, con un poquito de ti en todas partes.
Te tomaste tiempo para enseñar a tu familia los principios y valores que realmente importan. Hiciste todo lo posible para transferir toda esa sabiduría que a ti también te habían transmitido. Incluso creaste historias familiares y leyendas para ayudar a transferir esa sabiduría. Esas historias que son contadas de generación en generación. Esas historias que hacen a tu familia fuerte, única y capaz de resistir las embestidas que la vida da.
¿Cuáles son esas historias? ¿Cuál es ese legado que quieres dejar? ¿Cuáles son esas palabras que, en frases cortas, son la guía que ayudan a cada miembro de la familia a tomar decisiones cruciales en su vida?
Sentado en el porche de tu casa de vacaciones, oyes a dos de los bisnietos hablando. Ellos son primos segundos de dos diferentes partes del país, y que se ven entre sí sólo una vez al año.
El mayor, de 12 años, comienza a hablar al de 9 años. Y le dice: "¿Sabes lo que significa la historia de nuestra familia?" El de 9 años, dice: "Siiiiiiií, pero dímelo otra vez."
Ahora estás sonriendo con tu corazón agradecido al escuchar las tres palabras que componen tu legado.
Pregunta: ¿Cuáles son tus tres palabras? ¿O cuáles querrías que fuesen?
La vida de las personas tienen varios límites. Si te quedaran tres días de vida, ¿Dejarías de fumar y harías dieta? No, porque nuestro objetivo a corto plazo en la vida es el placer.
Si te dijeran que tienes tres meses, querrías irte de viaje, vivir experiencias que nunca has vivido. El objetivo a medio plazo en la vida es descubrir lo extraordinario.
Pero ¿y si te dicen que te quedan tres años? ¿Priorizarías el placer? ¿Te irías a la caza de nuevas experiencias? … … Probablemente, pasarías más tiempo con tu familia y te encargarías de enseñar lo que haces en tu trabajo a tus sucesores. Es decir que nuestro objetivo a largo plazo en la vida es la rutina. Las personas que valoran la rutina no viven estresadas. No les atrae el placer inmediato ni las experiencias efímeras, sino que quieren devolverle a la vida lo que la vida les ha dado hasta ahora.
En eso estamos.
Te abrazo.
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